Opinión

Postigo, Iborra y la ‘gent normal’

Va a ser un bálsamo tener a alguien que pueda conectar emocionalmente club, vestuario y afición

Postigo en la celebración del último ascenso

Postigo en la celebración del último ascenso

Para los que dejamos nuestra salud mental en manos de principitos, da confianza tener a gente como Postigo o Iborra. Saber irse: Postigo. Hemos tenido un gran capitán. La despedida de Sergio Postigo, sensata, discreta, auténtica, da buena cuenta del perfil de un personaje al que, en ocho años, no se le ha pillado en un renuncio. Siempre el mensaje sereno en unos años en los que le ha tocado templar más tormentas de las deseadas.

Simplemente por estar ocho temporadas en este club ya te convierten en leyenda. En su caso, además, su rendimiento ha sido positivo siempre que le han dejado unas lesiones que le persiguen. Sin embargo, lo que ha aportado es un intangible que va más allá de las estadísticas. Hace unos años, Guardiola hablaba de Iniesta como ejemplo para la cantera. Un chaval corriente, sin el pelo pintado, sin piercings, que no se quejaba si no jugaba o se le cambiaba de posición. La ‘gent normal’, que cantaba por aquellos días Manel. Para los que dejamos en manos de príncipes caprichosos y millonarios prematuros una parte importante de nuestra salud mental, da confianza tener en tu equipo a gente como Sergio Postigo. Gracias por todo.               

Saber estar: España. Como nos puede la literatura, en ocasiones desplegamos demasiadas metáforas sobre un juego que tiene a seres humanos como materia prima. Son solo deportistas, pero los convertimos en héroes, en constructores de identidad, en la metáfora de sociedades complejas y en transformación. Y en el fondo, solo son chavales. Y no siempre los más espabilados. Tras unos días de exaltación del relato previo a la final de la Eurocopa, han bastado 24 horas de nacionalismo ebrio y faltas de respeto institucional para poner algunas cosas en su sitio. Nota mental: tomar distancia de todo lo que ocurre en el fútbol fuera del único momento que realmente importa, ese que se vive entre que el árbitro pita el principio y pita el final.

Saber volver: Iborra. Perdemos un referente como Postigo, pero ganamos un capitán como Iborra. Con lo que ha pasado en el Levante estas últimas semanas algún experto en comunicación podría llenar horas de másteres en gestión de crisis. Me quedo con lo positivo. El regreso de Iborra, su segundo regreso, es una inyección de autoestima para una grada que acumula años de disgustos.

No es normal que un tipo a las puertas de disputar un título europeo, en un club histórico al que tuvo exiliarse forzosamente, anuncie con toda solemnidad a este periódico que su sueño es volver a su equipo arruinado y en Segunda. Por eso ha sido tan especial este retorno, casi más que el primero, con el que todos contábamos desde hace años. Empieza un curso decisivo, de transición a una ‘nueva normalidad’ austera, y va a ser un bálsamo tener a alguien que pueda conectar emocionalmente club, vestuario y afición. A los 36 años puede que no sea el fichaje más determinante, pero era el más deseado y también el más necesario: el que simboliza la continuidad y la estabilidad.

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