Opinión

De Chapín a Buñol, notas a pie de página

Otro reto: aprender que los motivos para celebrar no siempre tendrán forma de victoria

Iborra, en su última temporada como granota

Iborra, en su última temporada como granota / SD

En las temporadas más duras, como esta, en las que no pasa nada y pasa todo, pienso cómo es posible que esta iglesia tenga tantos devotos. El éxito de este deporte, concluyo, radica en los sentimientos primarios que desata, en su facilidad para construir comunidad entre distintos, en su capacidad para unir generaciones y clases sociales en un rito mágico que se resume en tres letras: gol. Es así de simple. Somos así de simples. Tanto, que incluso estos días difíciles despiertan emociones encerradas en la unidad mínima del fútbol. Notas a pie de página escondidas en un regate, una palabra, un gol.

El regate: Paco Cortés

Decían de Curro Romero, el torero, que uno de sus pases al natural, el día que estaba bien, valía por una temporada entera de indolencia. De toros no sé nada, pero de paciencia este año todos hemos hecho un máster. Así que el arranque, la pausa y el caño del ‘niño Cortés’ en la sobremesa insípida de Huesca compensaron el insufrible episodio final de este año de angustias. El regate de Cortés, como el gol de Espí días atrás, encierra una lección enorme. Hay que apostar. Hay que ser paciente y también hay que ser audaz. Lozano, Andrés, Cabello, Cuñat, Carlos Giménez, Xavi Grande, Edgar Alcañiz, Buba, Cortina, Kareem… Es así de sencillo: todo lo que viene de Buñol ofrece motivos para la esperanza, materia prima sobre la que construir un futuro. En tiempos de carestía, la gestión de este talento va a ser uno de los mayores retos de Danvila. No es un tema de entrenador sino política de club. Otro caso Pepelu, otro talento malgastado durante años entre cesiones innecesarias sería imperdonable. Los buenos, a jugar. 

La palabra: Iborra

Recuerdo los primeros partidos de Iborra, un delantero desesperado en medio del hundimiento de la 2007-08. Lo recuerdo saltando al Bernabéu, donde acudí la última jornada, convencido de que ni él ni yo volveríamos a un estadio de Primera. También recuerdo el run-run de Orriols. Y la revelación de verlo reconvertido en medio centro y luego en media-punta; y el orgullo de verlo crecer sin medida y coleccionar títulos y brazaletes de capitán gracias a su sensatez. Esta semana ha vuelto a pronunciar su frase: «Mi sueño es volver al Levante». Ese es el sentimiento: la autoestima que nos provoca este chico a base de coherencia. Y tras ella, la doctrina: hay que apoyar a los chavales, aunque al principio tengan pinta de futbolista desgarbado en medio del naufragio. Los canteranos no deben verse contaminados por el malestar y la impaciencia que todos acumulamos tras años de frustraciones. Ese es otro reto para estos años: aprender que los motivos para celebrar no siempre tendrán forma de victoria, sino de una plantilla en la que nos podamos reconocer. Ahí, Mestalla nos enseña un camino. Iborra sería esencial la próxima temporada. La transición entre lo que somos y lo que queremos ser necesita brújulas como él. 

El gol: Reggi

Jamás he gritado más un gol, ni llorado tanto en un estadio. Cuando peor estamos, los recuerdos vuelven al rescate. Casi siempre, como refugio para la melancolía. El 5 de junio de este año, sin embargo, tiene otro sabor. Sabe a aquel poema de Dylan Thomas recitado en ‘Interestellar’: «No entres dócilmente en la buena noche; rabia contra la luz que se esconde». A Jerez, hace 20 años y un día, viajamos con rabia a por el ascenso. Fue un viaje de décadas, la epopeya del club que nunca se rindió. Ahora que se nos apaga la luz hay que armarse contra la resignación. Rabia contra el futuro que se nos escapa. La rabia de los chavales que quieren triunfar en este club, tengan 16 años como Paco Cortés o 36 como Vicent Iborra.

Suscríbete para seguir leyendo