Opinión

Vendido el terciario del Micalet

Hace unas semanas uno de los encargados del centro de producción de Lim en València usó, de treta ocurrente, la posibilidad de que las autoridades municipales, con tal de torpedear la reanudación de las obras del Nou Mestalla, obligaran al club a reformar el Micalet (él dijo Miguelete)

El Micalet y detrás Mestalla

El Micalet y detrás Mestalla / MA Montensinos

Hace unas semanas uno de los encargados del centro de producción de Lim en València usó, de treta ocurrente, la posibilidad de que las autoridades municipales, con tal de torpedear la reanudación de las obras del Nou Mestalla, obligaran al club a reformar el Micalet (él dijo Miguelete). 

Debe entenderse a quienes desarrollan su trabajo en condiciones complicadas. Igual que toda persona tiene el derecho a defensa legal, cualquier corporación -por negligente que sea- debe disponer su derecho a explicarse. Pero disparar con ínfulas, arrogancia, con superioridad moral, no parece la mejor de las estrategias. En lugar de empatizar, obliga a confrontar.

Basta subir los peldaños del Micalet, tomar algo de altura, para mirar de frente Mestalla. Cuando nació mi abuelo (y lo hizo antes de 1919) no tuvo por delante ni un solo lustro en el que el Valencia quedará fuera de los 8 primeros durante cinco temporadas seguidas. Cuando nació mi padre, por los cincuenta, tampoco se encontró con un ciclo igual, así de plomizo. Hasta ahora. Tampoco me pasó a mí. Porque si algo ha definido al club en su historia ha sido su agilidad para reponerse de los peores momentos: la principal ventaja competitiva de tener cerca a quienes toman las decisiones y poder correrlos a gorrazos. Bajar al pozo, pero solo a por agua. 

Podrá intentarse traspapelar al equipo con la gestión de la empresa, y querer que se mire al club con el microscopio con el que miramos a Baraja y sus discípulos. Pero el mérito de Baraja es precisamente el de sostener la historia, sorteando a una administración que ejerce de lastre. Podrá intentarse que la memoria mejor del club (fiestas del doblete, homenaje a los vencedores) sea un ticket a un museo en lugar de un afán por regresar. Atender al retrovisor sin ojo crítico. Podrá intentarse que la beligerancia en torno a Lim se caricaturice hasta vestirla de oposición a los aciertos del equipo, (hay una rendija de razón: la crítica no puede asfixiar la ilusión de las nuevas generaciones, pero tampoco los aciertos contados pueden edulcorar un cesto de manzanas podridas). Podrá intentar venderse que el Valencia no avanza por culpa de los políticos (es difícil conservar mayor complicidad para con el club). Se podrá intentar inocular la idea de que el valencianismo está enfrentado y no tan siquiera sabe protestar junto (lo que está es frustrado, y hace mucho intentando avanzar como puede). Se podrá intentar vender como un éxito colocar un terciario cuando ni tan siquiera hay con qué levantar el primario. 

Podrá intentarse todo eso, pero a poco que se tome altura, se ve el Valencia al descubierto: 9 - 13 - 9 - 16 - 9. Los resultados deportivos no son la principal causa de un disparate, pero sí el gran síntoma. Si Lim y acólitos tuvieran la misión de reformar el Micalet, se vendría abajo 600 años después. Se explicaría entonces que hay un terciario fantástico por colocar en pleno centro de la ciudad. 

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