Opinión

El sentido de la pertenencia

Al equipo le pido hoy ese esfuerzo para hacer que el equipo sea un 'orgull'

El equipo celebrando un gol

El equipo celebrando un gol

El levantinismo volvió a llevarse a casa el cabreo, la impotencia y hasta la sorpresa tras el varapalo, uno más, sufrido ante el Cartagena. El Levante volvió a inmolarse en el Ciutat y a ponerse más piedras en el camino con otro traspié como local frente a un rival que con el agua al cuello, supo bloquear los principales peligros del cuadro granota para esperar su momento y asestar un golpe al encuentro en la segunda mitad del que el Levante no pudo contrarrestar.

La crueldad volvió además a hacer acto de presencia en Orriols con el tanto anulado a Bouldini y con una nueva revisión del VAR que resultó desfavorable como en tantas ocasiones. Sin ser excelente, el empate hubiera minimizado daños en una jornada que evidenció lo dura que es la Segunda División sin apenas victorias en la parte alta. El triunfa cotiza a estas alturas como un bien de lujo, y aunque el Levante nunca estuvo excesivamente cerca de conseguirlo, el hipotético punto habría otorgado cierto confort anímico en la lucha titánica por alcanzar uno de los seis primeros vagones de la clasificación.

Precisamente esta coyuntura compleja, que apenas concede victorias a nadie, es la que permite al Levante seguir todavía a flote. Es cierto que es el equipo que sale por la calle más larga, viene por detrás y que numéricamente más méritos debe contraer en los seis partidos que nos quedan, pero la probabilidad existe. El margen de error casi contrae la esperanza, pero las matemáticas son las que son, y peores cosas se han visto. Lo he comentado en alguna semana anterior, el gran enemigo es la propia imagen que destila el equipo, incapaz ya no tan solo de concatenar resultados positivos, sino también de ofrecer una imagen sólida y de bloque fiable. Hay que hacer un gran ejercicio de fe para pensar que en estas seis jornadas todo puede cambiar, pero es lo que nos queda y lo que quizás piensa todavía un núcleo duro de la afición.

Y es que los más de 1.000 seguidores que van a estar arropando esta noche al Levante en Villarreal son el mejor ejemplo de que el club no está solo, de hecho, nunca lo ha estado. El sentido de pertenencia al Levante no es fácil. Al final, uno elige al equipo del que quiere ser, y decantarse por el Levante es arropar y apoyar a un club acostumbrado a pelear durante gran parte de su historia contra las trabas, el infortunio e incluso el desprecio de muchos.

El escuchar en foros repletos de ignorancia que un levantinista tenía como primer equipo al Real Madrid o al Barcelona, el sentirse bajo la sombra de ser el segundo equipo de una ciudad, o el sufrir injusticias arbitrales que después apenas han tenido altavoz y focos. Pero ser del Levante también tiene sus connotaciones brillantes como la de haber disfrutado de ascensos, tanto los de Primera, con un asterisco a aquella gran tarde de Xerez, pero sin olvidar las míticas promociones de la Segunda División B, y por supuesto el haber vivido a color partidos míticos en la máxima categoría como la clasificación europea o las victorias ante los transatlánticos merengues y culés.

A esos incautos, decirles que si hubieran estado en el Ciutat jamás dudarían de ese ADN 100% granota que cada aficionado porta con orgullo. Al equipo le pido para hoy en La Cerámica ese esfuerzo por hacer que la pertenencia al Levante siga siendo un orgullo para los que arropan incansablemente jornada tras jornada, para los que casi siempre han estado a contracorriente. Se merecen algo grande. Háganlo. 

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