La entrevista

Axel Torres: «Los jóvenes del Valencia dan esperanza»

Inspirador de una nueva generación de periodistas, Axel Torres reflexiona sobre sus viajes y sobre el joven Valencia, al que augura un próspero futuro si no se desmantela la Quinta del Pipo

Axel Torres posando para la entrevista a SUPER en su visita a Valencia para presentar su cuarto libro, "Crónicas balcánicas"

Axel Torres posando para la entrevista a SUPER en su visita a Valencia para presentar su cuarto libro, "Crónicas balcánicas" / Germán Caballero

En tiempos acelerados y ruidosos, Axel Torres (Sabadell, 1983) aplica la pausa y la profundidad a su visión del fútbol y la vida. Una perspectiva que el polifacético comunicador emplea en su cuarto libro, «Crónicas balcánicas» (Contra), obra en la que repasa en clave íntima diez años de viajes tranquilos por los países de la antigua Yugoslavia. Un trayecto con los códigos de los viajeros clásicos, sin prisa, sin clichés previos, con los ojos abiertos de quien descubre un misterio. Y con el fútbol como hilo argumental y conector de otros escenarios, en una región con cicatrices psicológicas y placas tectónicas políticas en continua fricción.

¿La fascinación por Europa del Este y el fútbol balcánico tienen su punto referencial en la última selección yugoslava?

Viene del Mundial del 90, el primero que pude ver. Yugoslavia en ese torneo elimina a España, en octavos y luego en cuartos cae con Argentina en penaltis. Está cerca de hacer algo grande. El impacto que me causó que en el siguiente Mundial ya no estuviera Yugoslavia, que luego fueran apareciendo selecciones nuevas, es algo muy llamativo para un niño. Croacia, Serbia Eslovenia, Bosnia… Es la época en la que empiezas a estudiar geografía y, de repente, hay capitales nuevas que debes aprender. 

Ese impacto siguió cuando visitas por primera vez la zona. 

Me provocó fascinación porque allí hay bastantes territorios en los que se da una ambivalencia muy curiosa. Al mismo tiempo, sobre todo en Eslovenia, incluso en Kosovo, hay gente que tiene una añoranza y unos recuerdos muy buenos de Yugoslavia antes de la guerra, del sentimiento de hermandad de todos los pueblos, y al mismo tiempo está orgullosa del nuevo país. Es una ambivalencia quizá difícil de entender, pero curiosamente conviven esos sentimientos.

¿Era una melancolía quizá provocada por la idealización de un tiempo de juventud, más que por la añoranza del bloque comunista en sí?

He leído a muchos autores. Algunos muy nostálgicos y autores que lo son menos. Más que el sistema político, lo que les llenaba de orgullo era ser un país tan diverso. Seis repúblicas, cuatro lenguas, tres religiones, poder presumir que, entre todos, había una hermandad siendo tan diferentes... Eso creo que sí permanece en alguna gente, aunque cada vez queden menos que lo vivieran.

Los viajes empiezan en 2013 en Albania. ¿Cómo describirías el impacto y qué vínculos empezaste a trazar con la zona?

El impacto, visto con perspectiva, fue grande. Mi recuerdo de 2013 es de un país muy alejado de Occidente, en todos los sentidos. Su fútbol era absolutamente muy bajo y pobre en instalaciones e infraestructura. Y muy poco preparado para recibir a visitantes. La población era muy amable, muy acogedora. De hecho, ya establecimos contactos que mantuvimos. Pero contrasta mucho con la Albania que me encontré este pasado verano. Veo una Albania que ya es un destino turístico de masas. No es la nueva Croacia, que es lo que se suele vender, no está preparada para eso, no es todavía Unión Europea. Al final es el mismo mar, el Adriático, naturaleza, montes espectaculares y es muy barato. De eso, en 2013 no vi nada. El impacto fue casi de tener miedo la primera vez que llegamos.

George Best se perdió el Mundial de 66 por la debacle nordirlandesa en Tirana. Decía en sus memorias que le desmotivó la sordidez de un cine con goteras en el que vieron una película rusa subtitulada en albanés.

Sí. La sordidez es una palabra bastante adecuada (risas).

Una de nuestras ucronías favoritas es imaginar qué habría sido de aquella Yugoslavia en el Mundial del 94. Con Mijatovic, Suker, Mihajlovic, Jarni, Prosinecki, Boban, Savicevic… ¿la ves ganando el Mundial?

Ganándolo no lo sé, pero Bulgaria fue semifinalista, Suecia hizo tercera, Rumanía en cuartos. Se habría juntado la generación que ganó la Copa de Europa del 91 con Estrella Roja, con la generación croata que en el 98 llegó a semifinales. Y la Eurocopa del 92 la ganó Dinamarca, que quedó por detrás en el grupo de Yugoslavia. Ahí habría estado, seguramente. De haber ido a aquella Eurocopa, habrían estado peleados unos con los otros. Tendríamos que imaginar que no hubiese habido conflicto para saber esa hipótesis.

El estallido de la guerra de los Balcanes se llega a explicar con la metáfora de la patada de Boban. ¿Cómo se explica, a través del fútbol, la realidad actual de la región?

El fútbol lo que refleja no es un problema sólo balcánico. Estrella Roja, Hadjuk Split, Dinamo de Zagreb y Partizán eran equipos muy potentes y es difícil mantener esa grandeza en ligas pequeñas, con una diferencia muy grande con el resto de competidores, en ligas que no interesan al público exterior. La realidad es que en estos países la desmembración de Yugoslavia ha perjudicado a unos campeonatos más flojos y menos seguidos. Los jugadores no duran nada. En términos sociopolíticos, Bosnia Herzegovina es el país en el que hay más contenido. Allí sigue viviendo una comunidad croata, una serbia y una bosnia, cuyos equipos se enfrentan entre sí. Hay duelos con trasfondo político. En la final de Copa jugaron el Borac Banja Luka que es el equipo de los serbios y Zrinjski Mostar que es el de los croatas. Las dos aficiones pitaron el himno bosnio. 

Sigue presente el nacionalismo.

El nacionalismo sigue muy presente. En Instagram sigo al Ballkani, al campeón de Kosovo, que ha jugado dos veces la Conference. Ese club celebró que en Macedonia había ganado la liga el Struga, equipo albanés, y que en Montenegro la había ganado el Decic, que también es de albaneses. Festejaban que haya cuatro campeones albaneses. Ellos tres y el Egnatia, que ha conquistado la liga albanesa.

¿Ha sido una bendición la Conference League para la promoción del fútbol del Este?

Les ha permitido jugar fases finales, lo cual es maravilloso. Va gente a los campos con mucha pasión, hemos tenido por primera vez un equipo bosnio con Zrinjski, dos veces el Ballkani, esloveno se metió el Mura, croatas y sebios están, por supuesto. Y de Macedonia creo que Vardar Skopje. Solo falta Montenegro. Y Olympiacos, que no es balcánico, pero es el 15º torneo en el ranking, ha ganado la última final. Esta competición llegó para equipos punteros de ligas medias y para equipos medios de ligas punteras. Fiorentina, West Ham han sido finalistas. En Roma celebraron el título como locos. 

Ya son muchos libros mezclando viajes y fútbol. ¿Qué te motiva en esa combinación de temas? 

Me apasionan las dos cosas. Este formato a mi me resulta bastante favorable. Escribir en primera persona me ha salido fluido. Contar anécdotas de viajes me gusta. Le encuentro la gracia en pequeñas cosas que quizá no tengan tanta. Al final es un libro que me ha permitido contar historias con mucho contenido. Desde el proceso de la formación de la selección de Kosovo, la rivalidad entre Albania y Serbia para ir a la Eurocopa de 2016 con el episodio del dron. Son historias potentes, incluso fuera de la región balcánica. Por los contactos que había hecho tenía la oportunidad de contarlas bien. Al final es el deseo de contar algo que la gente no sepa.

En este fútbol tan escrutado hasta el más mínimo detalle, es bonito que todavía quede misterio.

Mi labor muchas veces es comentar cosas que la gente ya sabe, de equipos de fútbol que la gente conoce, de jugadores famosos. No aporto nada nuevo, más allá de la interpretación original que le pueda dar al partido. Pero es difícil que yo le pueda descubrir algo nuevo al telespectador o al oyente. Este libro me permite abrir esa vocación de contar una historia que el receptor no la conozca tanto. 

¿Te sientes responsable de una rama de periodistas jóvenes que mira más allá del juego y el fútbol, a los que has llevado a descubrir a otros referentes clásicos como Simon Kuper y que quieren vivir lo que transmites en tus libros y programas?

No lo sé. No me paro a pensarlo. Yo he hecho lo que me gusta hacer, el tipo de producto que me gustaría consumir, que no tiene porqué ser el único. Tampoco he descubierto nada al final, lo que yo hago lo ha hecho gente antes. Vivimos en una época en la que la información fluye mucho más, es más fácil que un producto tuyo llegue a todo el mundo, porque Internet permite difundir conocimiento gratuito. Antes si no comprabas un periódico o un libro no podía llegar a ti esa historia. Sé que hay gente con la que tengo trato muy directo y que probablemente les he ayudado en sus carreras porque he compartido proyecto con ellos y les ha ido bien. Pero no soy consciente de si una persona en Galicia me leyó algún texto y decidió dedicarse al periodismo. Si piensas mucho en eso, pierdas la perspectiva.

En tiempos de narrativas muy fragmentadas y urgentes, el formato tan clásico y reposado del libro sigue teniendo su espacio.

Me sigue haciendo ilusión escribir libros, crecí con ese deseo. Cuando empecé a tener vocación y ambición, era lo que se llevaba. No había YouTube. Sigo viendo el libro como algo muy sagrado, porque requiere un trabajo de pulcritud y revisión, de exactitud, de repensar, de releer, de reescribir. El producto que acaba quedando es un producto muy cuidado. En otros formatos que abundan es muy difícil verlo.

 Antes nos comentabas cómo ha cambiado Albania desde 2013 en tu primera visita a ahora. Justo en 2013 empezó el proceso de venta del Valencia y es un club que ahora cuesta reconocerlo, respecto a lo que fue ¿Desde tu visión externa, pero experta, cómo ves el momento presente?

Después del tramo final de la temporada pasada, tenía la sensación de que los chicos que había sacado el Valencia eran buenos, muy buenos, especialmente Javi Guerra. Y que al equipo le podía dar más que para aspirar a la simple permanencia. El fichaje de Pepelu me pareció muy interesante. Ese doble pivote es de nivel, pero es difícil saber hacia donde va el proyecto porque no conozco qué jugadores van a seguir. 

¿Qué futuro le ves al club?

A veces estar lejos te puede dar una perspectiva menos emocional, para bien y para mal, pero también tienes menos información. Puedo tener la visión de que con esta camada de jóvenes se pueden construir cosas, pero si los vas a vender ya no es tan esperanzador. Es una situación muy compleja porque de entrada hablamos de un club que estaba acostumbrado a pelear con los mejores, con una afición con una personalidad muy propia y mucho orgullo. Acostumbrarte a estar en la zona media o baja es muy duro y muchas veces hace que el proceso sea más difícil, por el desencanto. Genera frustración. No es lo mismo que un Villarreal, por ejemplo, tenga un año malo a que lo tenga el Valencia. Si fuera del Valencia, estaría viviendo un momento difícil. Pero estos chavales te dan esperanza.

 A tenor de otros históricos europeos que se hundieron o renacieron con cambios de propiedad ¿Puede haber algún ejemplo que le sirva al Valencia? ¿Newcastle, quizás? 

En el fútbol actual, en el que todos los clubes deben de ser sociedades anónimas deportivas, salvo a cuatro a los que se les permite no serlo, lo que marca tu éxito es quién es tu propietario, cuánto dinero tiene y qué quiere hacer con el club. En el Valencia es muy claro. En función de qué propiedad tienes, irás mejor o peor.