Opinión | Tres en línea

El Mediterráneo, en el centro

Los próximos días 26 y 27, la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia será sede de la primera edición del Foro Mediterráneo. Dos jornadas en las que, a iniciativa de Prensa Ibérica, grupo editor de este periódico, y con la colaboración de la Fundación La Caixa, se debatirá el presente y se trazarán líneas de futuro de un área estratégica para España, pero también para Europa.

Las cifras son abrumadoras. Más del 40% de la población española vive en el área mediterránea. Es casi el mismo porcentaje de aportación al PIB nacional. Cuatro de los cinco aeropuertos con mayor tráfico de España están en el Mediterráneo (Barcelona, Málaga, Palma, Alicante). Cinco de los puertos más importantes en tráfico de mercancías o combustibles, a escala europea, también se ubican en la franja mediterránea: Algeciras, Valencia, Barcelona, Tarragona, Cartagena. Cinco de las diez ciudades con más habitantes de España están en ese litoral. 39 de las 100 más pobladas, si ampliamos el horizonte.

Veintiséis universidades. Doce empresas con una facturación anual de más de mil millones de euros. Las principales cadenas hoteleras tienen su sede en el Mediterráneo. Como también la tienen la primera fundación española, Caixa, y algunas de las más importantes por su implantación y arraigo en el territorio, como es el caso de las de Unicaja, Cajasol, Cajasur, Bancaja y la Fundación Mediterráneo, que despliega su actividad en Alicante, Castellón, Valencia, Murcia y Palma. Dos de los primeros bancos del país, Caixabank y Sabadell, además de una de las principales cajas integradas por las antiguas cooperativas de crédito, como es Cajamar, se suman igualmente a esa lista.

En los años 70, el economista Ramón Tamames ya dejó escrito que el Mediterráneo español se convertiría en la California europea. Tamames iba por un camino distinto al que realmente se ha andado. Él hablaba de condiciones climáticas y de calidad de vida, que podían hacer de la franja mediterránea española el balneario de Europa, como California lo era entonces de Norteamérica.

Pero lo que demostró la revolución de las nuevas tecnologías es que esas zonas de alta densidad de población, pero elevado nivel de calidad de vida y buenas comunicaciones, con ciudades suficientemente grandes para ofrecer una gran agenda cultural y de servicios, pero suficientemente manejables para no despersonalizar al individuo ni a la sociedad en la que vive, eran las que mejor podían atraer a las empresas de las nuevas tecnologías. Silicon Valley y Palo Alto están en el origen de ese cambio de paradigma. Y la implantación en el área de Barcelona, Valencia, Alicante y, sobre todo, Málaga, de los grandes centros de las principales compañías tecnológicas para toda la UE prueba que se está transitando, con notable éxito, esa senda.

Todo eso es el presente del Mediterráneo español. De las comunidades de Cataluña, Baleares, Comunitat Valenciana, Murcia y Andalucía, cinco autonomías entre las que están la primera, la tercera y la cuarta con mayor demografía y mayor número de escaños representados en el Congreso de los Diputados. Pero el futuro presenta desafíos muy relevantes. La saturación de las vías de comunicación por carretera en ese interland, pero también con Europa. La falta de conclusión del corredor ferroviario mediterráneo, que hace penosos el movimiento de personas y el de mercancías. La necesidad imperiosa de ampliación de puertos y aeropuertos para responder a una demanda que crece exponencialmente. Y, al mismo tiempo, la ineludible exigencia de que cualquier crecimiento atienda parámetros de sostenibilidad y de cuidado del medio ambiente. Porque el cambio climático nos está enseñando una lección que, de no aprender, conducirá inevitablemente al desastre.

El turismo es el gran motor en estos momentos de la economía española. Y el Mediterráneo es en gran medida su eje. ¿Pero cómo conseguimos que nuestra principal fuente de riqueza no acabe siendo también el mayor factor de disgregación y tensiones sociales? ¿Qué hacemos para volver al turismo friendly en lugar de a la turismofobia? ¿Cómo conseguimos sostener el equilibrio necesario para que los visitantes no desborden a los locales hasta hacer la vida cotidiana de estos (acceder a una vivienda, mantenerse dignamente con un salario, honrar el legado de tus antepasados…) de todo punto insufrible?

La construcción es otra de las grandes locomotoras. ¿Pero qué hacemos para que mantener esa poderosa máquina en marcha no sea sinónimo de depredación del territorio? ¿Y el agua? ¿En un contexto de desertización, cómo podemos conservar una agricultura que está entre las más rentables del continente sin fomentar los enfrentamientos entre regiones? Lo mismo podríamos decir de la energía. ¿Qué tenemos que hacer para que nuestra industria mantenga sus niveles de producción sin que los costes de hacerlo acaben por hundirla? Y, por supuesto, por encima de todo, las personas. ¿Qué tiene que hacer una región, entendiendo que el término comprende todo el Mediterráneo español, que de un lado tiene que prestar servicio a una de las poblaciones más envejecidas y con mayor esperanza de vida del mundo, mientras de otro sufre una de las tasas de natalidad más bajas del planeta, y cuyas industrias, da igual que hablemos del turismo, de la construcción, de la agricultura o de la nueva economía demandan cada vez más mano de obra que sólo puede provenir de la inmigración?

Decenas de expertos, representantes sociales y altos cargos de la Administración y de todos los partidos han debatido durante meses de todas estas cuestiones, en una serie de consejos creados al efecto por Prensa Ibérica. El consejo de las Personas, reunido en Girona. El de la Economía Azul, que ha debatido en Barcelona. El de la nueva energía para la industria, que ha celebrado sus sesiones en Castellón. El del desafío de la construcción frente a las exigencias de sostenibilidad, que ha trabajado el tema desde Alicante. El de los retos que enfrenta el sector turístico, en un escenario además de cambio climático, que ha profundizado en ello desde Baleares. El del agua, que hemos residenciado en Murcia, pero elevando la mirada a toda España. El de cómo tienen que ser las ciudades mediterráneas en el futuro, un consejo cuya base, como no podía ser de otra forma, ha estado en Málaga. Y, por supuesto, el consejo que ha estudiado las nuevas redes de movilidad (por carretera, por ferrocarril, por avión o por barco), que ha mantenido sus encuentros en Valencia coordinado por el catedrático Josep Vicent Boira, comisionado del Gobierno para el Corredor Mediterráneo.

Esas conclusiones, que ocupan centenares de páginas, se expondrán durante estos dos días en los que el Foro Mediterráneo impulsado por Prensa Ibérica, el único grupo de comunicación español que por audiencia y capilaridad en el territorio podía liderar una reflexión de ese alcance, reunirá en Valencia a más de un millar de representantes de todas las comunidades bañadas por este mar. En el espíritu de estas jornadas no está competir con ninguna otra zona, ni de España ni de Europa. Sería una estupidez, además de un ejercicio estéril. Sino poner el foco en una región capital para España y para Europa, que representa un polo de riqueza y al mismo tiempo afronta retos para los que hay que encontrar respuesta. Se trata de llevar el Mediterráneo al centro de la discusión pública. Con vocación, además, de continuidad. Porque la deliberación no puede quedarse sólo en el arranque. Esta de los días 26 y 27 será la primera edición de un Foro que tendrá una segunda al año próximo y se instalará definitivamente en la agenda nacional.

Así lo han comprendido las principales empresas del país, que se han implicado de una manera u otra en este foro, junto a todas las administraciones. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, intervendrá en la primera jornada del día 26. Pero también participarán a lo largo de estos dos días los presidentes de la Comunitat Valenciana, anfitriona de esta primera edición, Carlos Mazón; de la Región de Murcia, Fernando López Miras; y de Baleares, Marga Prohens. Y la vicepresidenta en funciones del Govern de Catalunya, Laura Vilagrá. La agenda política, con la convocatoria para los mismos días del debate del estado de Andalucía, ha obligado a Juan Manuel Moreno Bonilla, que había confirmado su presencia, a renunciar. Pero en su lugar intervendrá el que es posiblemente uno de los alcaldes más reconocidos de España, Francisco de la Torre, regidor de Málaga. Así que las tres administraciones, la del Estado, las autonómicas pero también las locales estarán representadas en el Foro Mediterráneo de Prensa Ibérica, en el caso de estas últimas no sólo por Francisco de la Torre, sino también por las alcaldesas de Valencia, María José Catalá, y Cartagena, Noelia Arroyo.

El Mediterráneo no es únicamente el litoral ribereño con este mar, que nunca ha sido elemento de separación, sino factor de unión. Por eso, los antiguos ggriegosle denominaron “ponto”, puente, porque para ellos jamás fue un abismo, sino un vehículo de comunicación. Por eso, Roma llamó al Mediterráneo Mare Nostrum, el mar nuestro, el de la civilización, aquel en el que todos podemos reconocernos, da igual si vivimos en Valencia como en Vigo.

Lo demuestra el hecho de que Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat, lleve décadas considerada en multitud de encuestas, no ya como la canción favorita, generación tras generación, del público nacional, sino como la enseña musical de un país como España, que es de los pocos del mundo que tiene un himno sin letra. El Mediterráneo es, como canta Serrat, esa mujer “perfumadita de brea, que se añora y que se quiere, que se conoce y se teme”. Prensa Ibérica ha querido, con este Foro, encender un faro de forma permanente sobre esta región, de tal manera que se conozca más y en absoluto se tema. Sigan las informaciones que vamos a publicar en nuestros periódicos, sus periódicos, estos días. Les valdrá la pena.