Opinión

Cómo acabar el Nou Mestalla en cómodos plazos

La mayoría de futbolistas comienzan a ser más jóvenes que el Antic Nou Mestalla

Imagen de archivo de las obras paralizadas del Nou Mestalla

Imagen de archivo de las obras paralizadas del Nou Mestalla / JM López

La mudanza lleva colgando, perpetuo, el mismo cartel que el de aquella peluquería: mañana, cortes de pelo gratis. Veinte años después el cartel sigue intacto y la promesa continúa siendo la misma: mañana. Veinte años equivocando la pregunta sobre el Nou Mestalla: no era ‘cuándo’, era ‘cómo’. En este último tramo de tierno intento, sigue reinando el debate sobre los plazos, muy por delante de una conversación aplazada: la de la viabilidad del proyecto. Frente a tanto ‘cuándo’, muy poco ‘cómo’. 

Una concatenación de crecepelos milagrosos con un mismo sustento: no aportar una solución, sino esperarla condicionalmente. Haremos el estadio cuando las parcelas de Mestalla se vendan, dijo Soler, Doctor Hipótesis. Y las parcelas no se vendieron. Haremos el estadio cuando la crisis pase, nos dijimos a continuación. Y la crisis se fue, sin cambios en el frente. Haremos el estadio cuando un mecenas nos recate, se aseguró, un poco más tarde. Y tanto que el mecenas llegó, con un mecenazgo de falsa bandera

Se podrá -seguimos después- cuando los políticos lo pongan fácil, situando la carga de la prueba en la administración. Y la administración, desconcertada, accedió complaciente sin que eso provocara ningún cambio. Luego, que si cuando la reserva de CVC se active. Y CVC se activó. Hasta que, en el último lance, acabamos usando munición menor: el horizonte del Mundial 2030 azuzaría el compromiso final, nos intentamos convencer. Otro acto de fe

Podemos seguir pensando en el ‘cuándo’, aplicado ahora a conjeturas de estreno: el estadio se acabará cuando llegue un nuevo mecenas (¡el mecenas bueno!); el estadio se acabará cuando se cambie al promotor; el estadio se acabará cuando club y estadio se vendan en el mismo pack, 2x1 con polideportivo de regalo. Mañana, siempre es mañana. Siempre un poco más tarde

En ese duermevela, la mayoría de futbolistas del Valencia comienzan a ser más jóvenes que el Antic Nou Mestalla. Cuando el destape de la maqueta, Mosquera estaba en pañales. Porque de tanto insistir en el cuándo no hemos querido aceptar que no sabemos cómo. 

De qué manera un club en los huesos podrá asumir unos costes que en el mejor de las casos doblan su propia masa. Cómo puede el club proyectar el precio de retomar las obras sin conocer ni publicar el estado de salud de la estructura. Cómo puede poner en pie un cinco estrellas si no ha sido capaz de acabar un motel. Cómo el mismo club que no pudo asumir este proyecto estando en la élite empresarial (entre los 20 primeros de Europa, por ingresos) puede hacerlo ahora que la mira de lejos. Cómo, mientras economías más pujantes evitan afrontar proyectos faraónicos cambiándose de estadio, el Valencia será capaz de culminar su culto a los faraones del boom.  

De tanto dar por hecho que la llegada del nuevo estadio sería una bicoca comercial que cambiaría por completo al Valencia (¡y tanto que lo ha cambiado!), olvidamos cómo es de extraño que nadie haya querido participar del coste de vestir el esqueleto a cambio de manejar los (supuestamente) inmensos beneficios comerciales al caer

Al igual que un denunciante ante la presunción de inocencia, sigue siendo quien quiere tener un estadio nuevo el que debe demostrar cómo construirlo. Y la conclusión, al borde de las dos décadas, es que todos saben cuándo, pero nadie cómo. Con tanta huida hacia adelante se esconde la más probable de las opciones: al igual que hace veinte años, no hay forma de levantar un estadio colosal solo con hipótesis; al igual que hace veinte años, no hay cómo.

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