Opinión

Encuentros en la tercera fase

Lo que tengo claro es que el Levante necesita, sobre todo, un exorcismo para salvarse

Felipe Miñambres en rueda de prensa

Felipe Miñambres en rueda de prensa / JM LÓPEZ

Dicen que el Levante hubiera necesitado un cambio en el banquillo para aspirar a ascender. Puede ser, lo desconozco. Lo que tengo claro es que necesita, sobre todo, un exorcismo. ‘Más rápida que la velocidad de la luz es la velocidad de la tiniebla’, me dijo Luis Eduardo Aute en un hotel de València. Y, a medio camino entre la luz de las caras de sus jóvenes aficionados, la potencia de luz y sonido del Ciutat y la tiniebla del miedo a sufrir un enésimo nuevo golpe se mueve el levantinismo, desde hace tres años. En concreto, desde que sonaran por primera vez los mágicos acordes de ‘Encuentros en la tercera fase’ en el partido de vuelta de la semifinal de Copa del Rey de 2021. 

La afición lleva tres años sentada en un Porsche. Como aquel en el que Spielberg colocó a una madre desesperada que veía desaparecer a su hijo en las tripas insaciables de un platillo volante. Así, miles de familias granotas esperan poder abrazarse de nuevo tras recuperar la dicha perdida, mientras la voz de Pau Ballester proclama que «el Llevant torna a ser de Primera».

Muchas veces, los reveses son la forma que tiene la vida de preguntarnos cuánto deseamos lo que deseamos. Si eres de los que abandona el Ciutat antes de que acabe el partido, no hace falta que sigas leyendo esta página. Si eres de los otros, quédate. Mientras hay minutos, hay esperanza. En el campo y en la vida. 

Eso sí, para este exorcismo hará falta un líder. Un líder que se cargue el equipo y el estadio a su espalda. Un loco. Un optimista contra todo pronóstico que agite los brazos animando a hacer historia. Un líder tiene la obligación moral de ser optimista.

Mucho se habla de que Felipe llevaba 14 años sin entrenar y pierde en el cuerpo a cuerpo ante entrenadores más actualizados. No lo sé, pero ahora es el momento del exorcismo de las emociones, no del big data. Porque cuando las cosas se ponen feas, la única posición en el campo correcta es la que te dicta el corazón. 

Me contaban que una reciente visita de niños al Ciutat, los pequeños vibraron especialmente al entrar al vestuario del primer equipo. Uno de los niños, curioso, se probó las chanclas de Fabri. Quién sabe si servirá como conjuro propio de brujo afrobrasileño en una noche de tormenta para que ese jugador de espíritu incandescente huya de la manada de lobos que le acecha y proyecte su mirada en el centro de la portería rival para ofrecer a la muchedumbre la gloria del ascenso.

‘Me cago en la leche’, dijo Felipe tras la derrota del domingo. Quizá no sea el entrenador ideal, puede ser, pero, quién sabe si detrás de esa frase, propia del que ha perdido las llaves del coche, esté el secreto para volver a arrancar el Porsche.

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