Opinión

Una fórmula de éxito bastante aceptable

En el Barça, lo que ocurra no es tan importante como la manera de sobrevivir

Xavi Hernández

Xavi Hernández / EFE

Vosotros sois muy jóvenes y no lo recordaréis, pero al anuncio de marcha de Xavi se le atribuyeron propiedades mágicas. Cada noche, cuando estaba cansado, me ponía la rueda de prensa del entrenador del Barcelona, la de después de los cinco goles del Villarreal, y se me pasaba el dolor de espalda. Se me pasaban todos los dolores. La dimisión en diferido provocó la subida de los mercados internacionales, la curación de enfermedades incurables y la mutación de un equipo perdedor en una máquina intratable. La jugada maestra del entrenador era lo mejor para la sociedad, para el Barça y para sus jugadores. O quizá no. Quizá era lo mejor para Xavi Hernández.

Nadie sabe mejor que Xavi la importancia del tiempo en un club grande. En un club como el Barcelona, lo que ocurra no es tan importante como encontrar la manera de sobrevivir hasta la oportunidad siguiente. Hasta que no te has ido no has perdido y lo que ocurra no es tan importante como la historia que después se cuente, una vez ganes. Esta temporada, Xavi no ha ganado títulos, pero ha ganado algo quizá más valioso: tiempo. Una cuarta temporada por delante. Lo que suele ocurrir en un club así y en una Liga así es que siempre ganas, si aguantas lo suficiente.

Además, insisto, lo que ocurra de veras no es tan importante. En el imaginario colectivo se instalan después supuestas certezas que nunca sucedieron, pero calan como verdades. Apuesto que el aficionado medio otorga a Xavi un papel capital en la Champions de Rijkaard y Ronaldinho, aunque no jugara un solo partido europeo desde principios de noviembre, al lesionarse. Sin embargo, de la estrepitosa caída de aquel equipo, pese a jugar todos los partidos y pese a jugar más que nunca, jamás fue responsable. Para debutar en la élite a los 18 años has de ser muy bueno, pero hay que ser todavía mejor para sobrevivir a un capazo de crisis, siempre indemne, sin jugar una final de Champions hasta cumplidos los 29.

En el fútbol, negar la realidad, huir de la coherencia, abrazar excusas groseras y tirar hacia adelante es un mecanismo de defensa legítimo y una fórmula de éxito bastante aceptable. El Xavi jugador fue hábil desde el principio y se dio la oportunidad, y fue aún más hábil en la victoria para instaurar su relato en la vitrina de las verdades populares, oficiales e incontestables. Ahora, el Xavi entrenador opta a repetir el baile.

De un grande te tienen que echar, porque nunca se sabe. Igual irrumpe un Messi con el 10 y un Guardiola con la pizarra y años después viajan a Catar y te llaman oráculo para entrevistarte. Admiro profundamente esa capacidad para salvarse. Admiro esa capacidad para ser una clave de las victorias, pero no de las derrotas, pase lo que pase. En breve volverá a decir que el Barça es el club más difícil, y nadie recordará lo que hoy se antoja unánime. O acaso alguien se acuerda del ridículo revanchismo, en el enésimo derrape en sala de prensa, que exhibió tras ganar al Nápoles.

Ahora resulta que los mismos jugadores que dieron lo mejor de sí tras saber que el entrenador se marchaba realizaron «uno de los mejores entrenamientos de la temporada» tras conocer que se quedaba. Son las nuevas propiedades.

El Xavi entrenador es aún una incógnita que de momento se asegura otro viaje. El otro Xavi resulta poco amable. 

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